ACTIVIDADES
- Extrae las ideas de este texto periodístico.
- Identifica y clasifica los conectores y marcadores textuales.
- Tipos de argumentos utilizados.
Como cada año, miles de españoles
aprovechan el verano para someterse a cursos intensivos y realizar
estancias en el extranjero con el objetivo de aprender inglés.
Resulta lógico: el inglés es hoy incuestionablemente la lengua de
comunicación internacional. Se supone que cualquier persona con una
cultura media la conoce, igual que conoce el correo electrónico o
Internet. Y es muy llamativo que el número de hablantes de inglés
como segunda lengua sea ya superior al de los que la tienen como
lengua materna. A mitad del siglo XX, el 9% de los habitantes del
planeta tenían como lengua materna el inglés, un porcentaje que,
según las estimaciones, se reducirá al 5% en 2050. Sin embargo,
mientras que hacia 1950 unos 250 millones de personas hablaban inglés
como segunda lengua, para el año 2050 esta cantidad se habrá
multiplicado por cinco, hasta alcanzar los 1.250 millones de
personas; un dato muy revelador de la evolución del inglés en todo
el mundo.
Que el inglés sea la lengua dominante en los territorios que
fueron parte de su poderoso imperio colonial no puede sorprendernos,
pues así ha ocurrido con otras lenguas en el pasado (el griego, el
latín o nuestra propia lengua española). Pero que, además, se
haya convertido en un idioma utilizado comúnmente en ciertos países
europeos, como los nórdicos, en los que Reino Unido nunca ha
ejercido ningún poder político, resulta ya más sorprendente. Cada
día son más los centros de enseñanza superior, dentro y fuera de
Europa, que emplean el inglés, especialmente para sus estudios de
posgrado. Llama la atención que prestigiosas universidades del
ámbito germánico, o de Europa oriental, hayan renunciado al alemán
-lengua de la ciencia y de la filosofía desde el siglo XIX- para
plegarse a la dominación del inglés, de modo que la docencia en
muchos de esos estudios se imparte en ese idioma.
En España está empezando a ocurrir lo mismo, al menos en unas
pocas universidades, pero la sensación generalizada que tienen los
españoles es de no estar a la altura de otros europeos,
universitarios o no, e incluso de ciertas élites culturales
latinoamericanas. ¿Por qué nos cuesta tanto hablar inglés? ¿Es
que hay entre los españoles algún gen reacio a esa lengua?
Naturalmente, la respuesta ha de ser negativa. No hay nada orgánico,
ni étnico, en el hecho de que el porcentaje de españoles capaz de
comunicarse fluidamente en inglés sea muy inferior al de la
población nórdica, la germánica o incluso la de algunos países
eslavos. Los motivos son de tipo cultural, educativo y,
evidentemente, también lingüísticos.
Comencemos por estos últimos. El español, y nuestras otras
lenguas románicas (a las que habría que añadir también el
vasco), no pertenecen a la familia lingüística del inglés, que es
el grupo de lenguas germánicas. Es obvio que resulta mucho más
fácil para un español aprender gallego, catalán, italiano o
francés que sueco, alemán, o inglés. La gramática y, sobre todo,
el vocabulario suelen ser muy parecidos entre las lenguas de una
misma familia.
Pero esta explicación nos vale solo en parte. ¿Por qué
nuestros vecinos portugueses hablan mejor inglés que los españoles?
Uno de los motivos es de índole lingüística, y tiene que ver con
los diferentes sistemas vocálicos del castellano y del portugués,
lo que explica también que, tratándose de dos lenguas cercanas (y
mutuamente inteligibles en su expresión escrita), ofrezcan tantas
dificultades para su mutua comprensión oral, al menos para los
hispanohablantes.
Los diferentes sonidos vocálicos del portugués suponen una
barrera inicial para los hablantes de español, que armados con
nuestro sencillo sistema de cinco vocales, nos sorprendemos ante la
diversidad lusa. Por eso, la dificultad que experimentamos los
hispanohablantes cuando nos enfrentamos al aprendizaje del sistema
de 12 vocales del inglés es superada con facilidad por los
portugueses. Si uno está acostumbrado a que en su lengua materna
una "a" no siempre suena igual, poco le costará adaptar
el oído (y la pronunciación) a un sistema que, aunque distinto, se
basa en la diferenciación no entre cinco sino entre más del doble
de vocales. En cambio, los españoles luchamos denodadamente durante
décadas por distinguir entre ship y sheep, entre
latter y letter, entre cut, cot
y caught, etcétera.
Otra explicación se halla en el entorno socio-cultural en el
que nos movemos, y sobre todo, en los medios audiovisuales que nos
rodean. Es un hecho demostrado que una lengua se aprende más
fácilmente si existe un entorno propicio en el que los sujetos
están "expuestos" a la lengua en una gama variada y
múltiple de circunstancias. No basta con las horas que dediquemos a
aprender el idioma en el aula. ¿Acaso los estudiantes españoles no
dedican, en las fases obligatorias de la enseñanza, un elevado
número de años, a razón de un promedio de tres horas semanales, a
estudiar inglés? ¿Cómo es posible que, después de tantas horas
dedicadas al estudio, muchos de nuestros jóvenes sean incapaces de
entender y de comunicarse en este idioma en situaciones de la vida
cotidiana? Pues bien, el hecho importante es que, salvo en casos
excepcionales o muy restringidos, la mayoría de nuestra población
no está sometida al inglés hablado en casi ninguna circunstancia.
Cuando el estudiante sale del aula, acaba su exposición oral al
idioma. No lo escucha en la radio, ni en la televisión, ni en el
cine.
Y no es que la cultura audiovisual norteamericana no nos haya
"invadido" en medida similar a nuestro vecino Portugal o
al resto del continente europeo. Pero ocurre que en otros países no
se doblan las series de televisión norteamericanas y las películas
se exhiben en los cines en versión original con subtítulos. En
España, sin embargo, el franquismo impuso el doblaje a todos los
productos audiovisuales foráneos, lo que facilitaba la censura y
permitía la "hispanización" y uniformidad lingüística
de las voces y los acentos extranjeros. Los estudiantes polacos o
suecos, portugueses u holandeses, están acostumbrados, desde su más
temprana edad, a la exposición oral al inglés. Acaban su jornada
escolar y, al conectar en casa sus televisores para ver sus dibujos
animados o sus series favoritas, buena parte de ese material les
llega en inglés. Así, casi sin darse cuenta, siguen aprendiendo
fuera del aula, y para ellos el inglés ya no es una asignatura más
del currículum, sino que forma parte de su entorno vital
extra-escolar. Para utilizar una terminología en boga, podríamos
decir que el inglés se convierte así en materia "transversal",
que se aprende mientras se está haciendo otra cosa.
El entorno educativo es también esencial para el aprendizaje de
una lengua extranjera; y es cierto que el acceso de los españoles
al inglés data de menos de medio siglo, pues hasta los años
setenta del siglo XX su implantación en nuestros centros escolares
era muy reducida. No era tan fácil, en los años sesenta, encontrar
institutos de enseñanza media donde se enseñara inglés. Si no
teníamos hasta hace poco suficientes profesores bien preparados
para enseñar esta lengua; si no empezábamos a enseñar inglés a
los niños hasta después de los 10 años, ¿cómo podemos esperar
igualar el nivel de competencia lingüística de otros países
europeos?
Hoy, por fortuna, los programas de enseñanza bilingüe en las
escuelas de Infantil y Primaria, y su extensión a la Enseñanza
Secundaria, hacen concebir esperanzas de que dentro de unos años la
capacitación de nuestros adolescentes sea bien distinta de la
actual. Pero, al mismo tiempo, hay que mejorar también los niveles
de exposición social y cultural al inglés en los medios de
comunicación, y fomentar la gradual internacionalización de
nuestras universidades, internacionalización que implica
inexorablemente la mayor presencia del inglés y, por ende, la
mejora en nuestra capacidad de entender y hacernos entender en este
idioma.
Fernando Galván, catedrático de Filología Inglesa y rector de la Universidad de Alcalá, El País de 19 de julio de 2010.
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